
Bajo este título se esconde una lista de razones que Federico Luppi ("Martín Echenique" en la película) le entrega a Juan Diego Botto ("Hache" en la película) para que éste trate de encontrar motivos para seguir viviendo. La película (ya lo habreis adivinado) se trata de "Martin Hache".
La película, que puede tratarse de una autobiografía de su director, el argentino Adolfo Aristarain, provocó en su día en mí un impacto tremendo. Nunca ví tratar los temas que se tratan en ella con tal dureza, sinceridad y emoción. En esta película (y en la lista) está el sello del Aristarain persona, del Aristarain padre, del Aristarain que le deja a su hijo Bruno una especie de ideario con sus películas...
¿Por qué merece la pena vivir la vida? Por Adolfo Aristarain...
"Por puro instinto vital.
Por el placer de saberse lúcido.
Por curiosidad: por saber que pasará mañana y como será uno mañana.
Por el asombro que provoca ser el mismo, pero distinto cada día, día a día, año a año.
Por la aventura que existe, que se puede vivir y por ver que es lo que llega, que es lo que sucede. Es la atracción del riesgo, del peligro, de la suerte, de la fortuna, del romance, del suceso extraño. Y todo está ahí, aquí y ahora, si uno lo busca.
Por la aventura de pensar.
Por el placer de imaginar historias, de vivir vidas imaginarias, de seducir y cautivar a los demás haciéndoles vivir otras vidas si uno tiene el talento para contarlas.
Por intentar hacer lo que sea, lo que se quiera, aunque no se consiga, sólo por el placer de intentarlo.
Por la sensación de poder, el temor y el asombro que se siente al comprobar que uno no tiene mas límites que los que se quiera imponer, que se es capaz de la mayor crueldad y de la mayor bondad y que se puede elegir.
Por el amor de una mujer, o por amar a una mujer y a los hijos que uno tenga con ella o con ellas.
Por conocer lo indescriptible del amor a los hijos.
Por convivir con el pánico que provoca el saber que el sentimiento es irracional.
Por saber si seremos capaces de sobrevivir cuando nos toque sufrir, y que nos toque poco, y que nadie quiera consolarnos con teorías idiotas como que el dolor es necesario para conocer el placer o la alegría.
Por dejarse arrastrar al vacío por la pasión, que es tan irracional como el sentimiento, que se parece y confunde y que tiene el poder de destruir y si a veces no lo consigue es porque es tan intenso como breve. El riesgo vale la pena.
Por las mujeres o los hombres que uno conocerá y amará.
Por el placer de comer y beber con amigos y amantes.
Por amanecer en los bares, bebiendo y filosofando.
Por elegir libremente los principios que le marcarán a uno la conducta que debe seguir.
Por pelear por defender esos principios.
Por contemplar el desconcierto y la ira de los hipócritas cuando descubren que uno pelea en serio y que no está dispuesto a pactar.
Por el placer de ver como aumenta el desconcierto cuando, entre una importante cantidad de dinero y los principios uno elige sin pestañear los principios.
Porque hay libros que no se han leído, películas que no se han visto y, lo que es lo mismo, gente que aún no se ha conocido.
Porque vivir para descubrir razones que hay para seguir viviendo es también una muy buena razón.
Porque cada ser humano es distinto, pero también es gregario: somos personas que formamos parte de un grupo sin distinguirnos de los demás en lo esencial. La soledad, la alegría, la tristeza, la furia...todo lo que nos parece solo nuestro e intransferible o imposible de comunicar, en algún momento se comparte con los muchos miles o millones que componen la especie humana.
Porque está lista puede ser larga y porque las razones para vivir no son reveladas y universales sino que cada uno puede buscar, inventar, tener y enumerar distintas razones.
Porque hay placer en el hecho de transmitir conocimiento y puede que la lista que uno haga le sirva a otro, a un proyecto de lúcido o a alguno que se resiste a ser mediocre".